Muy
Buenas, os dejo el muy esperado Capítulo 9 - Academia de Profesionales.
Os gusta la foto¿?, jejeje si tuviéramos su número, llamaríamos a cada
rato¡!
Pero
me temo que hoy nadie nos esperará con una comida estupenda, puesta en
la mesa del comedor. Estoy a mitad de camino y me acuerdo de que tengo
la "suerte" de que en el colegio me dieron una semana por duelo, ya que
oficialmente ni mi madre, ni mi padre, ni yo, fuimos torturados, sino
que habíamos sufrido un accidente y que mi madre había tenido un
infarto.
Y
digo suerte porque no es tener suerte que te den días libres para que
puedas a llorar a tu madre muerta. Es increible cómo lo manipulan todo.
Mientras pensaba he llegado a la Academia, muchos chicos y chicas
entran. Me pregunto que se hará ahí. Nervioso, deslizo mis dedos entre
mi pelo y me decido a entrar de una vez.
Lo
primero que veo, es oscuridad, pero cuando mis ojos se acostumbran a la
nueva claridad del hambiente, veo que todo es oscuro, tanto como las
ropas de los niños que corren y se pelean por ahí, cómo los suelos y
paredes. El techo es una gran plancha de cristal, que está sujeta por
unos paneles semi-translúcidos, que dan luz de noche, a baja
intensidad.
Yo
tengo uno de esos en el cuarto de baño, para cuando entro en él, no
despertar todo el mundo con la luz brillante del techo. En la pared veo
una placa más o menos grande, en la que pone "Recepción". Detrás del
mostrador que tengo justamente enfrente, hay un hombre con el pelo muy
corto que me mira curioso. No me había dado cuenta de que mirase y tengo
un poco de miedo. Me acerco con indecisión y le hablo todo lo amable y
tranquilo que puedo.
-
Hola, me llamo Finnick Odair - tendiéndole mi pequeña mano. Él me la
acepta, pero es tan pequeñita que solo me la puede coger con 3 dedos.
- Hola - me dice - yo me llamo Aritz y soy el recepcionista - sonríe - Bueno y tú, ¿Que tal? - me mira de arriba a bajo.
-
Bien, supongo - estoy un poco asombrado por las libertades que se toma
este hombre para hablar - oiga, yo quería...- me corta mientras hablo.
-
¡Oh, querido, no se puede suponer que se está bien! O se... - dice,
cortándome a la mitad de conversación con una vocecilla estúpida - me
alegra que a él también le hallan cortado a mitad de frase.
-¡Aritz,
deja de hacer el tonto y escucha al pequeño! - le dicen desde una sala
que está a mi derecha con lo que yo respondo con un sobresalto - venga
escúchalo - le dice.
- Sí, señor - Aritz responde un poco serio. Bueno, pues que es eso que querías decirme, niño - me pregunta.
Yo estoy más nervioso aún. Me controlo como puedo - Bueno yo quería... um... entrar en la Academia.
Aritz se ríe, pero el hombre que lo regañó, no - Bien Finnick, ¿Porqué quieres entrar? - me pregunta el recepcionista.
Cómo lo sé, contesto tranquilo - para participar en los juegos del hambre.
Los
hombres se quedan un poco pasmados. Es entonces cuando el hombre a mi
derecha se presenta, se arrodilla en el suelo para ponerse a mi altura -
Buenas Finnick, me llamo Aaron ¿Cuantos años tienes?
- Hola, tengo 9 años - le digo.
-
Bien, con eso es suficiente. Venga vamos a echar un vistazo a los que
pelean dentro - Se pone de pie y me lleva a la sala que ahi adentro con
la mano puesta en mi espalda, invitándome a entrar.
Es
una sala grande, muy espaciosa. Tiene calles, entre una y otra, hay un
hueco con supeficie plana al final de una escalera que recorre el
perímetro, haciendo que todo aquel que quiera ver lo que sucede al
fondo, en la superficie plana se vea perfectamente. Cada lugar como este
se llama Foso y hay 9 en toda la sala.
Me
recuerda a los estadios, pero mucho más pequeños. En cada Foso, te
puedes entrenar en un tipo de lucha, con espadas, a cuchillo, cuerpo a
cuerpo, etc. Todo esto me lo va explicando Aaron, que me acompaña y me
explica lo que los alumnos hacen en cada Foso. Yo estaba bastante
interesado, me gustaba lo que veía, me explicó como estaba organizado,
donde se encontraban los vestuarios, las residencias y como dijo él, el
gimnasio.
Le
pregunté para qué servían, las residencias. El irónico contestó que
muchos padres no entendian lo que sus hijos hacían aquí y que llegaban a
dar un cambio tan grande desde que entraron que sus padres no querían
que volvieran.
Pero
el alumno ya había cambiado, lo único que se podían hacer era darle
alojamiento allí mismo, para que no se desconcentraran con las broncas
que le echaban sus padres. También le pregunté si por allí había muchos
niños huérfanos. Él me miró un poco desconcertado y me dijo que sí, que
había algunos. Yo me quedé un poco más tranquilo, al saber que no iba a
quedar como un bicho raro.
Entonces me pregunta - Finnick, ¿estarías interesado en venir mañana a prácticar un poco, haber que se te da mejor?
-
Claro, pero creo que adelantaría si empezásemos con el tridente - le
recomiendo. Es la verdad, cuendo papá, me enseñaba con la teoría se me
daba bastante bien, pero en la práctica creo que es otra cosa.
- ¿Sí? ¿Y eso? - me pregunta muy curioso
- Me enseñó mi padre, pero no sé mucho todavía y creo que sería bueno repasar o algo - le digo.
- Sí claro, muy bien, ¿entonces mañana aquí? ¿A las nueve?
- Vale, ¿pero necesitaré ropa como los demás o solo la ropa normal?
- Sí, no te preocupes, te lo damos todo aquí.
-
Bien , bueno me marcho ya. Adiós - me despido con la mano y mientras me
voy alejando escucho pasos detras de mí y veo que el profesor se me
acerca
-
Finnick, si quieres entrar, mañana te tienes que esforzar, porque sois
muchos niños y pocas plazas, así que te recomiendo, que te esfuerzes y
que practiques todo lo que puedas. Mañana habrá por aquí unos cuantos
supervisores, que ven quiénes tienen un don para la pelea. Esfuerzate,
¿vale?- me recomienda
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